La vida en el "Paraíso del Basquet" no era la misma desde la partida de Carlos. Todo parecía verse más gris, más opaco, como si hasta el mismísimo sol hubiese perdido las ganas de resplandecer. Tanta era la tristeza que invadía a los hinchas que estaban convencidos de que buena parte de nuestra magia se había ido con el y que, definitivamente, este año no iba a ser uno más en la historia del básquet "Granate". Estaban en lo cierto. No era un año más. Era el año 1 después de Carlos. El mazazo anímico que significó la partida del ídolo actuó como un disparador para que los dirigentes "Granates" comenzaran a remover cielo y tierra en busca de ingresos para reforzar el equipo. No estaban dispuestos a rifar el prestigio ganado en los últimos años. Pero, a su vez, sabían que para llenar semejante vacío debían incorporar una muy buena cuota de jerarquía. Los nombres llovieron a raudales y, luego de mucho esfuerzo se logró concretar la llegada de los internacio
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