Veníamos fundidos, con la garganta a la miseria de tanto gritar al rayo del sol las tres “pepas” que el “Grana”, en su pujante camino rumbo al ascenso a primera, le había encajado a Villa Dálmine en cancha de San Lorenzo.
Una noche para recuperarnos, sacudirnos la modorra, almorzar con la “vieja”, que se bancaba estoicamente nuestros interminables periplos por cuanta cancha de fútbol o básquet anduviera alguna camiseta granate, y comenzar a dar vueltas hasta que llegara la hora de partir. La cita, esta vez, era a las 20.15 en Núñez, nada menos que ante Obras. "Tenemos un tirón de viaje hasta allá", decía mi “viejo”. Pero había que estar.
El viaje en el 42 junto a los mismos “locos” con los que, horas atrás, habíamos compartido los tablones del viejo gasómetro de Avenida La Plata. Las miradas serias relojeando la previa de La Razón 5° teñida de negro y amarillo, y algún que otro cantito que provenía del fondo del bondi. No mucho más.
Al fin llegamos y, para sorpresa de todos, las puertas están cerradas herméticamente. Alguien que se asoma con gesto adusto y le dice a la multitud Granate: “No hay más populares muchachos”. Pero desde adentro, a gritos pelados, nos dicen que si hay algo que sobra es lugar en las tribunas. De pronto un candado que se rinde a la presión, una cadena que cae y la aparición, como por arte de magia, de un talonario de populares a precio made in Recoleta. Nada importó. Entrada en mano todos adentro ante la mirada impávida de un puñado de hinchas locales que decían: "llegó Lanús".
La bandera granate y blanca que rezaba “Lanús Campeón” atada a la espalda. La misma con la que me había secado las lagrimas aquella fatídica noche de mayo en el Etcharrt, donde todo parecía nuestro y, al final, se nos terminó escurriendo de las manos. Apretados como sardinas en la popu saludamos a nuestros gladiadores que se juntan en el medio, nos miran y levantan las manos. Baja el “Y dale grana dale”, no se oye nada más...
Es la hora, en la cancha frente a frente “La constelación de estrellas", ahora con cierto acento yanqui, tal el bautismo del periodismo cuasi partidario, y cinco guerreros enfundados de granate y blanco. La naranja al aire y las miradas al cielo. A jugar...
Un primer tiempo peleado, jugado con los dientes apretados y repartido por partes iguales, como se esperaba. Nadie regalaba nada. Cada pelota valía oro. Y una segunda mitad épica a puro sudor, garra y corazón. Lo que es decir, a puro Lanús. Un aliento inagotable que partía desde las entrañas de una ciudad basquetera hasta la médula., tal como lo sintetizara Carlitos Pellandini en la entrevista que le realizamos: “Lanús era un equipo con una ciudad detrás. Obras éramos nosotros y las 40 personas que nos acompañaban en las prácticas”. Todo dicho, no?.
La actuación consagratoria, made in Entre Ríos, de “Kuki” Guglielmino (26 tantos), el hombre que siempre estaba listo para dar una mano. La magia de Víctor para iluminar la cancha y anotar 24 puntos tirando desde saturno. La ferocidad para prenderse en la lucha, donde las papas queman, de “Pichi” Messina, del “Sordo” Fernández y el “Loco” Ucha. La jerarquía del ¨Lepe¨ Guitart y el “Gato” Meire para transformar todo lo difícil en fácil.
Al fin, el sonido de la remolona chicharra que marcaba el triunfo (89 a 82) y desataba la locura “Granate”. Los abrazos, las lagrimas, los brazos en alto y los puños apretados del flaco Losada lo sintetizaban todo. La carrera loca del pibe que quería desahogar su euforia entre sus ídolos. El abrazo con Víctor, el mismo que tardé más de 38 años en devolverle. Y el clásico "si,si señores, yo soy granate, de corazón".
La presurosa vuelta en el 42. Las bocinas que no paraban de sonar y un largo desfile de autos embanderados que copaban la Libertador. La llegada a casa rendidos de cansancio, pero felices de haber estado ahí. Ahora, venía lo más difícil, había que intentar cerrar los ojos, dormir y preparase para ganarle a la otra campana, la del cole, que inexorablemente iba a sonar 7.45.
Los titulares de los diarios de la mañana lo decían todo, casi todo. La noticia había caído como una bomba en las redacciones. Algunos optaron por justificar la derrota aurinegra. otros por un silencio que aturdía, lo cierto es que ya no habría vuelta atrás. “El Grana va a salir campeón, se lo dedicamos a todos...” todavía retumbaba por las veredas de la Avenida del Libertador. Ningún esfuerzo más inútil que querer tapar el sol con las manos.
Es verdad, aún querían varias batallas por delante para alcanzar la gloria. Pero, para contarlas aun falta tiempo y seguramente serán la excusa perfecta para que volvamos a encontrarnos y por que no sumergirnos en el mundo de las Leyendas.
Autor. Jorge Freire (Leyendas Granates)
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